jueves, 20 de noviembre de 2014

Nosotros afuera




Nosotros afuera

Basta con andar un rato por las calles para darse cuenta que algunas mentes argentinas aún no han superado una etapa de mezquindad y van subiendo a paso pesado la cuesta de un empinado proceso hacia la creatividad. Es que alcanzar esa erudición me imagino que no es gratuito, claro. 
  Para llegar allí no basta con hacerse el loco ni copiar una idea. Recordemos al artista/cantor/poeta/etc., Federico Peralta Ramos que allá por los 70 aparecía en la tele comiéndose un plato de fideos y asegurando entre otras cosas que él era “un pedazo de atmósfera". Aquel hombre, fundador de la religión que postulaba “Hacer siempre lo que uno tiene ganas, creer en el gran despelote universal, no mandar, no endiosar nada, regalar dinero y dejar a Dios tranquilo”, se definió a sí mismo: “Pinté sin saber pintar, escribí sin saber escribir, canté sin saber cantar. La torpeza repetida se transforma en mi estilo”. 
   Recuerdo a Ramos porque había dado a luz entre sus obras una que en estos días se vuelve conmovedora y a la vez simple: en 1965 ganó el Premio Nacional del Instituto Di Tella con la escultura de un huevo gigante hecho de yeso y madera, "Nosotros afuera" se llamó aquel objeto de arte que hace unos días en una plaza céntrica de Buenos Aires tiene su copia en forma de monumento. 
A primera vista se le parece, de dimensiones similares y rodeado de leds en el verde césped, pero a nadie escapa que no son los mismos huevos. Como dije, a veces de alguna creatividad natural y sencilla, emerge lentamente otra más burda y rígida, a la que hasta nos podemos llegar a acostumbrar tanto que podría pasar desapercibida. 
La creatividad no es lamentablemente- cosa de todos los días. Algo parecido aturde desde los carteles de colores que en aluvión van cubriendo paredes y postes de luz con la sonrisa helada y la mirada brillosa de los candidatos a algo. Pueden cambiar de color, de perfil, y de lugar en las góndolas como cambia una gaseosa, que siendo la misma, en tres supermercados distintos puede variar su precio, mientras uno se pregunta ¿De qué se ríen? ó ¿Cómo puede ser, si la gaseosa es la misma?. Tal vez, lo verdaderamente creativo no es cambiar el color de la tinta, el precio, la mirada o la sonrisa, ni siquiera el tamaño de los huevos. Quizás la cosa creativa pasa por mostrar algo tan sencillo como una obra cotidiana y propia, eso sería tan conmovedor y distinto que sería creativo.
Danilo Pérez
daniloperezpp@gmail.com
(El presente texto integra la edición de hoy 20/11)



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